Discopath review


Título original: Discopath

Año: 2013

Duración: 100 min.

País: Canadá

Director: Renaud Gauthier

Guión: Renaud Gauthier

Música: Bruce Cameron

Fotografía: John Londono

Reparto: Jeremie Earp, Sandrine Bisson, Ivan Freud, François Aubin, Ingrid Falaise


La pista de baile más sangrienta.

La música disco, en principio, no se inventó para aterrorizar a la gente, aunque, los que vivimos en esa época, si que nos vimos aterrorizados el algún momento por ciertos personajes curiosos que atendían al nombre de horteras. Su pretendida habilidad para el bailoteo era directamente proporcional a su idiotez, es decir, cuando mejor bailaban, más corto de entendederas eran. La moda duró unos cuantos años e incluso el cine la fagocitó y consiguió que algo tan simple se convirtiera cuanto menos que en pasable. Siempre habrá que agradecer que nos descubriera talentos como John Travolta. Algo es algo.

Psicópatas hay muchos, ¿quién no ha disfrutado de su presencia en multitud de films?, los hay incluso que son simpáticos. En el caso que nos ocupa no nos da ni frío ni calor, es un personaje un poco anodino, casi aburrido si no fuera por su animadversión por la música. Esto nos muestra Discopath, con elementos muy positivos como la recreación de la época en que está ambientada, una trama bastante original y, finalmente, una banda sonora muy pegadiza. Si hablamos de la manera en la que Renaud Gauthier, en su debut en el largometraje, lo realiza, la cosa se pone un poco turbia. Su ritmo es muy desigual, con algunas escenas de acción muy bien rodadas junto con otras a las que un pequeño repaso no les iría mal. En mi opinión su enfermiza obsesión por plasmar ese tiempo pasado y como lo veíamos, le resta la necesaria calidad para considerarla una buena película.

Duane Lewis es un joven neoyorquino un poco tímido que se transforma en el monstruo más salvaje al oír música, especialmente disco. Su extraña obsesión le lleva a cometer su primer asesinato. Huyendo de esto se traslada a Montreal donde, lejos de curarse, da rienda suelta a su locura. Todo ello bajo la enganchosa música dance.

Extraño experimento cinematográfico. Eso es una de las escasas cosas decentes que se pueden decir. Ya sabéis que nos agrada degustar ese tipo de cintas, digamos que experimentales, pero en este caso ese riesgo se transforma en algo suicida. No se llega a medir adecuadamente el lado por el que el público la verá. Caerá, mucho me temo, en la parte más cercana al ridículo, sin desmerecer la parte más agradable y que, desde luego, tiene. La fotografía es, por lo tanto, uno de sus puntos fuertes (John Londono), así como la escenografía. Conseguir que plasme de una manera tan fidedigna los años 70 es algo muy meritorio. En cuanto a las interpretaciones se quedan un poco encajonadas dentro de esa parte que se ha querido enfatizar tanto. Podríamos decir que son discretas, destacando naturalmente la del discópata a cargo de Jeremie Earp. Y no me olvido de la banda sonora de Bruce Cameron, setentera a tope.

Para acabar, comentar que en según que situaciones puede resultar divertida, en otras más formales puede resultar tediosa. Así que si lo queréis pasar bien, disfrazaros de Tony Manero marcando paquete, por supuesto, y procurar que el traje no sea blanco, lo digo por las manchas de sangre.

Firma: Josep M. Luzán.