A Field in England review


Título original: A Field in England

Año: 2013

Duración: 90 min.

País: Reino Unido

Director: Ben Wheatley

Guión: Amy Jump, Ben Wheatley

Música: James Williams

Fotografía: Laurie Rose

Reparto: Julian Barratt, Michael Smiley, Reece Shearsmith, Ryan Pope, Richard Glover, Peter Ferdinando


Visualmente espectacular, argumentalmente inquietante.

El mundo del cine está repleto de películas en las cuales un grupo de personajes, con habilidades dispares y distintos objetivos, se unen para emprender una cruzada en busca de algún elemento común que motive a todo el grupo. Tal componente debe ser lo suficientemente importante como para obligar al grupo a colaborar entre ellos.

No existe un motivo estándar para la unión, y estos pueden ser tan diversos como las situaciones a las que tendrá que enfrentarse el grupo; desde el clásico y romántico viaje de vuelta al hogar de Ulises a través de los mares, hasta el más moderno y en auge grupo de supervivencia casual que solo quiere llegar a una zona libre de infectados. En este film, a pesar de que la cruzada es menos noble, nuestros protagonistas también atravesaran infinidad de situaciones para llegar hasta su tan apreciada cantina.

Whitehead es un esclavo que huye de su amo el cual pretende matarlo, pero para su fortuna, en el fragor de la batalla consigue escapar gracias en parte a la ayuda de Trower un saqueador de cadáveres que dice ser botonero. Después de entablar conversación con dos desconocidos más que también deambulan por el campo de batalla, nuestro particular grupo emprenderá camino en busca de una taberna, mientras se conocen y se cuentan sus respectivas historias y por qué huyen del campo de batalla.

Cuarta película de Ben Wheatley en la que nuevamente ejerce funciones de director y guionista acompañado otra vez por Amy Jump (Kill List). Como sus anteriores películas, nos encontramos ante un film de delicado; con excesivos planos cortos, largas escenas de conversaciones, en el que priva la historia y la relación entre los personajes pero con una diferencia notable respecto a los anteriores, la historia de fondo está llena de momentos que mezclan lo onírico por momentos y también lo psicodélico, que descolocan mucho al espectador y en numerosas ocasiones nos genera la duda de que es lo que estamos viendo. Hecho que para nada desmerece el film sino que le da un punto más atractivo, enganchándonos un poco más.

En el plano técnico y a una distancia descomunal del resto de aspectos, por su brillante excelencia, cabe destacar el espectacular trabajo de Laurie Rose (directora de fotografía) que no solo nos asombra con la naturalidad con la que queda representados los campos en los que sucede toda la película, sino que además consigue superar la limitación (a priori) de que toda la película este rodada en blanco y negro, convirtiéndola en una virtud más que una cadencia.

Centrándonos en el reparto, remarcar que como en las anteriores películas de Ben Wheatley, aparece de nuevo Michael Smiley (Kill List) que a pesar de no ser el protagonista en esta ocasión, deja su huella. Por otra parte, Whitehead, interpretado por Reece Shearsmith (The Cottage) es nuestro desdichado protagonista, esclavo obligado a ser erudito con innumerables conocimientos pero sin ningún instinto de supervivencia, condición fatal para estar en medio de una guerra y que inevitablemente le convertirá en una carga dependiente para el resto del grupo más curtido en estos temas.

Un buen film, a pesar que puede ser lento de digerir ya que nos descoloca en múltiples ocasiones, con una fotografía excelente que nos hará desconectar por momentos, dejando en segundo plano el resto de la historia.

Firma: Daniel Manso.