Drácula (1974) review

Finales del siglo XIX. Jonathan Harker viaja desde Inglaterra hasta Transilvania para cerrar un trato con un acaudalado conde, de nombre Drácula, que busca nuevo hogar en Inglaterra. Lo que Harker ignora es que Drácula es un ser inmortal que se alimenta de sangre humana y que la presencia del vendedor inmobiliario en el castillo del Conde obedece a un plan orquestado por el vampiro. ¿Qué busca tan desesperadamente en Inglaterra?

Título original: Dracula

Año: 1974

Duración: 98 min.

País: Estados Unidos

Director: Dan Curtis

Guion: Richard Matheson (basado en la novela Drácula de Bram Stoker)

Música: Robert Corbert

Fotografía: Oswald Morris

Reparto: Jack Palance, Simon Ward, Nigel Davenport, Pamela Brown, Fiona Lewis, Penelope Horner


Diversión, clasicismo, vampiros y muchos hallazgos.

Aunque la figura del conde Drácula ha tenido muchas encarnaciones desde que Bram Stoker publicara la novela en 1897, en el imaginario popular destacan el de Bela Lugosi en 1931, el clásico e hipersexualizado Christopher Lee en las películas de la Hammer o el moñas y emo de Gary Oldman para la versión que Coppola rodó en 1992; pero hay una serie de adaptaciones que merecen la pena ser rescatadas del olvido como la que realizó John Badham en 1979 o este productor televisivo del clásico Dan Curtis.


Finales del siglo XIX. Jonathan Harker viaja desde Inglaterra hasta Transilvania para cerrar un trato con un acaudalado conde, de nombre Drácula, que busca nuevo hogar en Inglaterra. Lo que Harker ignora es que Drácula es un ser inmortal que se alimenta de sangre humana y que la presencia del vendedor inmobiliario en el castillo del Conde obedece a un plan orquestado por el vampiro. ¿Qué busca tan desesperadamente en Inglaterra?

Dan Curtis hizo historia en la televisión gracias a su culebrón de terror gótico Sombras en la oscuridad, con una emisión de 1225 capítulos entre 1966 y 1971. Uno de los protagonistas principales, Barnabás Collins, era un vampiro milenario en busca de su amor reencarnado en una joven de 18 años, idea que Curtis se llevó a su versión televisiva de Drácula, y en el guion escrito por el clásico Richard Matheson, encontramos unas cuantas ideas y resoluciones visuales que años más tarde retomaría Francis Ford Coppola para su versión – falsamente canónica – de 1992: la búsqueda del amor perdido, los siniestros viajes en carruajes, el retorno a Transilvania para el enfrentamiento final, las manadas de lobos, la importancia de los cuadros que representan a Vlad Tepes. Cierto que Curtis no es Francis Ford Coppola y que en esta versión se nota la producción televisiva y los tiempos de rodaje, pero hay muchos aciertos y valores en la propuesta de Matheson y Curtis llevaron adelante: a pesar de la subtrama romántica, la historia avanza de forma dinámica, hay elementos de aventura que aportan interés, junto a destellos de violencia y terror.

A nivel musical, Curtis contó con su inseparable Robert Colbert, pero este se nota discreto y aunque acierta al componer el tema romántico a modo de cajita de música (Muy parecido al que se escucharía en la mejor colaboración entre Dan Curtis y Robert Colbert: Pesadilla diabólica), el resto del metraje tan solo apoya las imágenes sin resaltar. La fotografía de Oswald Morris tiene sus mejores hallazgos en las secuencias nocturnas o las que se relacionan con el castillo del vampiro, aunque se notan las deficiencias presupuestarias.


Aunque este Drácula tiene un componente dramático y un potente romanticismo, todo funciona gracias a Jack Palance, actor dado a la sobreactuación y que aquí da un recital de contención, posiblemente porque interpretó por mucho tiempo la versión teatral de la novela; es gracias al soberbio trabajo de Jack Palance y el doctor Van Helsing de esta versión, interpretado por el todoterreno Nigel Davenport, que la película mantiene un interés creciente ya que aunque comparten pocas secuencias juntos, toda la historia gira alrededor de dos polos magnéticos que terminarán por chocar. Simon Ward, el prometido de Lucy, no se ve muy convencido con su papel, mientras la propia Lucy, interpretada por Penelope Horner, tiene un físico interesante pero un acting tan soso que explica su carrera tan corta y anodina. Fiona Lewis interpreta a Mina Harker y no daña a la vista pero tampoco llama la atención.

Pero aunque su tono interpretativo sea irregular y se note el corte televisivo, hay tantos hallazgos en este Drácula, y posteriormente ha sido tan imitado/copiado/plagiado que resulta necesario viajar a la fuente de sangre original.

Firma: Javier S. Donate.

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