Grossmann - Pelican Blood review


Wiebke es una feliz madre soltera fuerte e independiente que tiene una niña adoptada, pero todo dará un giro de ciento ochenta grados cuando se disponga a ampliar el círculo familiar con una segunda adopción para la que nadie está preparado.

Título original: Pelican Blood

Año: 2019

Duración: 121 min.

País: Alemania

Director: Katrin Gebbe

Guion: Katrin Gebbe

Música: Johannes Lehniger

Fotografía: Moritz Schultheiss

Reparto: Nina Hoss, Murathan Muslu, Yana Marinova, Sebastian Rudolph, Daniela Holtz, Samia Muriel Chancrin, Sophie Pfennigstorf, Dimitar Banenkin


El camino de la bondad hacia la locura.

Son muchas las obsesiones que pueden atormentar al ser humano, de igual manera son muchos los sacrificios que se pueden llegar a realizar para ver cumplidos dichos deseos, la irracionalidad en la que se puede incidir aunque en ocasiones sea con fines nobles y objetivos positivos. Éste es un filón que a lo largo del cine se ha explotado unas cuantas veces y ahora desde Alemania, con Pelican Blood, muy buen nombre por cierto, regresa esta temática.


Wiebke es una feliz madre soltera fuerte e independiente que tiene una niña adoptada, pero todo dará un giro de ciento ochenta grados cuando se disponga a ampliar el círculo familiar con una segunda adopción para la que nadie está preparado.

La directora y guionista Katrin Gebbe, ha creado una historia de demostración de fuerza y superación en el camino del empoderamiento por parte de una madre dispuesta a llegar al todo por el todo, sea cual sea el precio, para lograr mantener unida a su nueva familia, de la cual, ella es la única responsable y subsidiaria. Lamentablemente, la línea entre la cordura y la locura del carácter principal para lograr la implicación del público es menos delgada de lo que en un principio puedo imaginar que se pretendía, pues el desarrollo de la historia para este elemento en concreto se ejecuta de manera descarada con una relativa torpeza y que impide que cuaje el mensaje de una manera natural y fluida. Ni tan siquiera cuando Katrin trata de camuflar sus intenciones cruzando géneros del drama al terror a modo de caballo de Troya, sin tener éste nada que ver en esta historia que de por si cuenta con una línea suficientemente fuerte por la que seguir, el perturbador origen de Raya (la niña adoptada).

No me malinterpretéis, las escenas más “terroríficas” o místicas, están genial dentro de la película, de esta y de todas, por algo somos amantes del género, pero a pesar de no ser especialmente originales, el problema principal es que se fulmina la continuidad que las haría encajar en la historia, dejándolas como una mera anécdota a pesar de la gran fotografía de Moritz Schultheiß, con quien ya colaboró la directora en su primer film.


En el apartado artístico cabe destacar la elección del cast por parte de Simone Bär y Alexandra Fuchansca ya que resulta altamente prolífera, pues  Katrin Gebbe se muestra una vez más como ya hiciera en su muy recomendable ópera prima Tore Tanz (Nothing Bad Can Happen) como una gran directora de actores, encaminando a Nina Hoss a una de las interpretaciones del año, así como el delicado tacto con los interpretes más pequeños para que trabajen sus papeles de una manera natural, destacando a Katerina Lipovska como una auténtica revelación a la que me gustaría ver muy pronto y antes de que crezca en un film de terror puro asombrando a propios y extraños.

En definitiva una película con algún elemento técnico y artístico remarcable que se deja ver a pesar de su obviedad, aunque los 121 minutos pueden ser un buen castigo, este film daría un salto cualitativo muy grande con un nuevo montaje que deje más trabajo al espectador y no lo dé todo tan mascado.

Firma: Gerard FM.
@tmagerard

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