Entrevista a Pedro L. Barbero, co-director y co-guionista de Tuno Negro


El Tuno Negro sigue vivo 20 años después.


¿Cómo nace el proyecto de Tuno Negro?

Tuno Negro es la conjunción de dos anécdotas. Una primera es que salí un día por mi barrio a dar un paseo, yo vivo en Malasaña, al lado de una calle llena de cine que es Fuencarral, y encuentro una gran cola de gente para ver una película. Entonces descubro que van a ver una película llamada Scream, que yo ni sabía que existía; ese lunes me voy a verla y descubro una cosa completamente nueva: un terror que tenía humor y además un metalenguaje que tenía cine dentro del cine. Terror muy hecho para gente que nos gusta eso.

Eso hizo que quisiera hacer una película de terror de ese estilo, metiendo humor y tal. Otro día quedo con un amigo productor en un café del barrio, y aparecieron por la puerta unos tunos tocando y yo me dije “estos qué hacen aquí”, y mi amigo me dijo: “son tunos negros”. Son gente que no son tunos, que no está en la universidad, pero se pone traje de tuno para ir por los sitios pidiendo dinero a la gente. Me dije, “que buena idea” y de repente algo en mi cabeza hizo “chas”, las dos cosas juntas: un asesino vestido de tuno. A partir de ahí ya empiezan a crecer las cosas.


Posiblemente seas uno de los pioneros con el slasher español. ¿Al dirigirla pensaste ampliar el universo de Tuno Negro?

Si, pensamos en hacer Tuno Negro 2 pero a la productora le fue mal con algunos de sus proyectos y quebró. Mi compañero de dirección, Vicente L. Martin, y yo nos fuimos cada uno por su lado con sus propios proyectos y nunca más se habló. Muchas veces me lo han pedido, pero se ha quedado ahí.

Ahora con el tema plataformas vas a un sitio y cuando sale el Tuno, la gente me dice que estaría bien. Durante muchos años no he querido, pero han pasado veinte años y creo que podría darle unas vueltas.


¿Has pensado también en hacer un remake de tu propia película?

Un remake no, pero si continuar la historia con personajes nuevos y los personajes que quedaron vivos. Eso lo han hecho muy bien los americanos porque tiene un componente de nostalgia que funciona para las antiguas generaciones y para las nuevas porque le puedes meter otro tipo de historias y componentes que ahora están más en boga.


El Tuno Negro es un personaje súper icónico, ¿Cuál fue su proceso de creación?

Lo primero es que fuera un Terminator y lo que más costó fue la máscara, que en principio queríamos que fuera como esas imágenes talladas en piedras en la universidad de Salamanca. Yo tenía una idea, que era muy buena en mi cabeza, pero que no conseguimos llevar a la práctica, que cada ángulo de cámara alrededor de la máscara revelara una cara distinta, como ese disco de Queen en cuya portada compartían ojos.

Entonces llegó el encargado del Make up de la película, Pepe Quetglás, un señor que solo tiene un Bafta y ocho Goyas, que dijo “vamos a hacerlo y tal”, y realmente hizo una cara que tuviera un antifaz muy de piedra, que al verlo de lejos no te dieras cuenta de que forma parte de la máscara. Con eso la policía pensaría que la cara del asesino fuera diferente, hizo muchas pruebas de la máscara y hasta pocos días del rodaje no conseguimos la definitiva.


¿Te esperabas que, ahora mismo, Tuno Negro se haya convertido en una película de culto?

Estoy absolutamente en fuera de juego. Cuando el director del B-Retina, Óscar Lladó, me llamó para venir al festival yo pensaba que era una broma. Como lo de los veinte años se había publicado en varios sitios, y FlixOlé lo comentó, pensé que era un amigo para gastarme una broma.

Pero como no reconocía la voz de Óscar, pensé que a ver si iba a ser verdad. Aunque la película hizo mucho dinero, las críticas fueron demoledoras, curiosamente solo en España porque fuera fue una película bastante apreciada. Mi última película la estrené hace cinco años, en el festival de Málaga, y me sorprendió al sentarme con gente joven que decían que yo era un director de culto en internet, y para mí fue toda una sorpresa.


Es que se adelantó a su época, en España jamás se había hecho algo así.

Sí, sí, de hecho recuerdo que un crítico dijo que este cine jamás debería hacerse en España porque era un cine muy americano. Y estaban rabiosos contra la película. Pero luego salías fuera de España, por ejemplo cuando fuimos al BIFFF de Bruselas, y en las entrevistas nos decían que era una película muy “cañí”, muy española por las expresiones y por cómo se comportaban los personajes.


la hora de hacer la película, aparte de Scream ¿Tuviste algún otro referente?

La película está llena de referentes, de planos y secuencias, que teníamos en la cabeza. Hay una película, ahora la gente dirá que se me ha ido la pinza, que era El Silencio de los corderos. Nos gustaba el tema de la protagonista. Silke, si volvéis a ver la película ahora, es como Clarice de El silencio… la chica con la que se ponía en contacto al psicópata. Luego yo por ejemplo siempre he estado muy influencia por el slasher y tal, recuerdo que en el Fantasporto coincidí con Jaume Balagueró – un genio del cine de género – y me sacó planos de Terminator 2; porque la idea es que en esa primera secuencia, en la que el tuno va a por Maribel Verdú, se comporta como un terminator.


Fuisteis muy valientes a la hora de enfocar el proyecto, ¿Os cortasteis en algo a la hora de hacer la película?

Es la inconsciencia porque éramos jóvenes. Ahí tengo que darle las gracias al productor, Andrés Vicente Gómez, porque nos dio plenos poderes para hacer lo que quisiéramos, solo nos marcó un presupuesto y unas semanas de rodaje, la película debía durar una hora y cincuenta minutos como mucho. Aprobó nuestro montaje y recuerdo que tuve una discusión con un productor de Telecinco por una serie de planos.

Esta película es muy gamberra y como tal hay que entenderla. Era un plano en concreto, en la boda, y la novia se va al cuarto de baño a hacer pis… y se escuchaba el “chorrillo” y nos dijo que era muy grosero. Pero como Andrés nos dio toda la confianza del mundo, no hubo problema.


Has comentado antes que Tuno Negro se movió por festivales ¿Cuál fue su recorrido?

No había tantos festivales como hoy en día, pero recuerdo que fue al BIFFF de Bruselas y tuvo una acogida espectacular. Los medios internacionales nos tuvieron media hora de rueda de prensa, porque les gustaba el gamberrismo y recuerdo que nos comparaban con la corriente gamberra de El día de la bestia y Torrente.


El truco para películas como Tuno Negro es mezclar el terror con la comedia. ¿En qué proporción crees que este cóctel puede funcionar de cara al público?

Creo que hay que utilizar la comedia para que el espectador baje la guardia, si tú tienes una película que siempre va hacia arriba, el espectador está preparado. En el Tuno… siempre pasa así, metes el susto, vas bajando y cuando empiece el “jijijaja” lanzas un nuevo susto.


Empezaste con terror y te pasaste a la comedia. ¿Por qué no seguiste con el terror?

Como decíamos antes, porque el terror no estaba bien visto. Los productores, yo recuerdo que llevaba cosas, y me decían que no. La comedia es un género muy inmediato, da dinero rápido y tira. Yo volví a la tele y eso me permitía encontrar trabajo con facilidad, mientras el cine era una batalla constante con los productores.

Siempre he querido hacer cosas de terror, de hecho ahora estamos desarrollando una serie de televisión de terror.


¿Qué prefieres, cine o televisión?

Bueno, en la ficción televisiva aprendes a condensar todo en menos tiempo, tienes trucos que vas desarrollando para hacer “películas pequeñas” de cuarenta y cinco minutos. Recuerdo que el primer montaje del Tuno Negro era larguísimo, tenía dos horas y cuarenta minutos. Debimos cortarle cincuenta minutos. Eso te constriñe mucho y para eso la televisión te permite hacer historias mucho más grandes.


¿Cuáles van a ser tus próximos proyectos?

Cine no, porque es muy complicado venderlo y por un poco más de coste haces una serie. Tengo una comedia muy potente, muy heavy, luego una serie histórica de Velázquez y aparte la serie de terror, que no quiero contar mucho pero que va a dar sorpresas.