Entrevista a Igor Legarreta, director de Ilargi Guztiak. Todas Las Lunas


¿Cómo nace la historia de Todas Las Lunas?

Pues Jon Sagalá, mi coguionista, y yo empezamos a hablar sobre vampiros. Somos amigos y compañeros de facultad, y teníamos ganas de trabajar en un proyecto. Salió el tema del vampirismo, somos los dos fans del género, y enseguida encontramos un conflicto muy chulo en el hecho de la inmortalidad, esa característica que tienen los vampiros de trascender la muerte. Así que partimos del vampiro 2.0, un vampiro que no quiere serlo.


¿La mitología la habéis creado o ya estaba en la mitología del País Vasco?

No nos hemos basado prácticamente en nada real. Alguien me dijo cuando vio la película, que le gustaba mucho porque le daba la sensación de que era muy vasca en el sentido de mitología aunque no fuera así.

Desconozco si hay precedentes vampíricos vascos. Nosotros tiramos del vampirismo clásico, universal, y luego lo insertamos en el mundo vasco.


Todas Las Lunas habla sobre la vida y la muerte. El hecho de que empiece y termine con dos guerras en España ¿Es para generar sensación de muerte continua o como hilo conductor?

Más que es un hilo conductor, la guerra es una especie de telón de fondo para mí. Vas a hacer la historia de una niña que no muere y arranca con la guerra carlista en Euskadi y luego cerramos con la guerra civil.

Es real, es histórico, que las guerras terminan pero los conflictos permanecen soterrados y vuelven a emerger. Y cuando te das cuenta de que en la historia de la humanidad hay más días de guerra que de paz, y esto está demostrado, empiezas a pensar que el estado natural de la humanidad es el de la guerra y que la paz es una suerte de intermitencia extraña que sucede entre guerras. Esto es una realidad terrible pero real y en una historia que quiere hablar de luces y sombras de la vida, que a veces es terrible pero también luminosa y maravillosa, nos parecía que la guerra da un tono existencialista a la película.


¿Cuáles son los referentes visuales y narrativos de Todas Las Lunas?

La lista podría ser muy larga e inconcreta. Tasio de Montxo Armendariz es una película que me encanta y suelo volver a ella cada cierto tiempo. Claramente hay un componente naturalista en la puesta en escena y el retrato de época al que incrustamos el tono fantástico.

Déjame Entrar evidentemente es una película de referencia por la mezcla de género y realismo, creo que son películas muy diferentes porque Déjame Entrar es una mirada nostálgica a la infancia y lo oscuro que es hacerte mayor mientras Todas Las Lunas busca lo contrario, reclama hacerte mayor, la mortalidad, morir en paz.

Me viene a la cabeza una directora que es Andrea Arnold que me encanta, que dirigió Fish Tank y Cumbres Borrascosas, esta última me fascina y aunque es hiperrealista tiene un tratamiento de la historia amorosa que me encanta.


Es el primer papel de la niña Haizea Carnero. ¿Cómo la encontraste y cómo fue trabajar con ella?

Yo quería haber hecho un casting brutal, porque es la parte fundamental. La película funcionaría #o no en función de la niña. Pusimos en marcha el casting y no tardamos mucho en encontrarla porque desde el principio supimos que podía ser la protagonista, que tenía algo diferente.

Una vez elegida, yo tenía muy claro que necesitábamos un coach o un equipo de coach, con Laia Ricart, con Eneko Sagardoi para trabajar desde el guion pero que aprendiera la técnica, a lo que iba a enfrentarse en el rodaje: cámara, focos, técnicos, la tensión. Haizea es una maravilla, es muy disciplinada e inteligente, cogió todo enseguida y desde el principio de rodaje ya era como trabajar con una actriz profesional.


Una idea que me da vueltas por la cabeza: para mí Todas Las Lunas no solo es una película sobre vampiros, sino también sobre fantasmas. El personaje de Itziar Ituño se vuelve como un fantasma mientras el de Josean Bengoetxea empieza como un fantasma y luego pasa a “humano”.

Bueno, es que tanto el personaje de Itziar como el de Josean son dos personajes enfermos de soledad, heridos, y la niña es el elemento que los une y les vincula a lo que ellos entienden como estar vivos. Desde el punto de vista de la maternidad y la paternidad.

No hay motivo para dedicarle una película a una hija y yo lo he hecho. El centro de la película es la familia o una cosa que me gusta mucho es que la verdadera inmortalidad reside en el hecho de perpetuarnos con los hijos. No hay inmortalidad, que es lo que nos vende la religión, pero si la hubiera estaría en el hecho del amor y lo que genera. ¡Qué romántico! (Risas).


Has escrito Autómata que es ciencia ficción, Retorno a Moira que es terror, y Todas Las Lunas es tu primer rodaje, como director, de género. ¿Qué es lo que te gusta del género?

No estoy de acuerdo con que sea mi primer acercamiento al género, El Trabajo del año 1998, codirigido con Emilio Pérez, es un thriller psicológico con elemento fantástico, 2005 El Gran Zambini es realismo mágico pero muy centrado en lo fantástico. Pero he participado en guiones de género puro, el primer contrato de guion que firmé era para un guion llamado La Viuda de Raglan James que era una historia de género pura y dura. Me encarga el género pero luego me sale, de forma natural, no sé si subvertirlo, bajarlo a tierra… no tengo ningún dogma o regla establecida.


¿Película de terror favorita?

A mí, El Exorcista es una película que me encanta. Sé que es un clásico e igual no es muy original, pero me encanta por todas las virtudes que tiene, sobre todo porque es una película que emplea más de cuarenta minutos de metraje en desarmar nuestros racionalismos, en ir poco a poco desmontando tu mentalidad cartesiana y cuando te quieres dar cuenta, tanto tu como la madre del protagonista abrazas al cura porque le necesitas para salvar a la protagonista.