Crónica Festival TerrorMolins 2015 día 5


Sábado 14 de Noviembre

Esto ha llegado a su fin. Una mezcla de satisfacción y tristeza nos invade. No obstante predomina la primera sensación. Hemos podido disfrutar en directo de una gran edición del Festival de Cine de Terror de Molins de Rei y eso no nos lo quita nadie. Los que seguís estas crónicas os habréis dado cuenta de la ilusión con la que acometemos nuestro trabajo, que en este entorno, acaba convirtiéndose en pura diversión.
En plan ya más particular, expresar que me siento como en mi casa, eso lo he sentido cada año, pero en este 2015 se ha multiplicado y el ver que las cosas salían de película ha provocado que me sienta orgulloso de pertenecer, a mi manera, a este gran evento.

Dejémonos de más rollos y vamos a analizar la jornada estrella, la maratón 12 Horas de Cine de Terror, que nos aguarda con unos films que quitan el hipo. La expectación es enorme. De ello da fe la larguísima cola para acceder a la sala. Reina el buen humor y la espera no se hace larga. La música ameniza esos momentos y los espectadores se daban codazos para poderse fotografiar en el photocall con el cartel del festival de fondo, obra de Maite Pascual. No quiero olvidarme de la entretenida performance que se ha organizado antes y durante la extensa sesión.

La difícil misión de romper el hielo recae en la británica Howl de Paul Hyett en su premiere española. Una esperada obra que aunque no defrauda, no cumple del todo con las expectativas. La licantropía no ayuda al ser algo que tendrá lo que tendrá, pero no es para nada novedoso. No obstante cumple la misión de pasar un buen rato.
Los pasajeros de un tren son atacados por extrañas criaturas. Lo primero que tienen que aprender es que juntos podrán vencer a esos monstruos. Desgraciadamente esa unión no es del todo factible.

Tras un pequeño parón para el avituallamiento y antes de seguir con los largometrajes a competición, Miguel Angel Font Bisier nos presenta su último trabajo, el cortometraje 3 Wise Monkeys. Nos explica los entresijos de una obra en la que cuenta con la colaboración en la fotografía del mallorquín Pep Bonet. Nos imaginábamos que de esa unión nacería algo potente. No nos han defraudado, al público tampoco al ver la efusiva reacción tras finalizar.

Ya tenemos aquí la segunda obra, The Hallow del norteamericano Corin Hardy. Basada en la mitología irlandesa nos narra de una manera un tanto sobria, una historia de la que se podría haber sacado bastante más. Se queda corta en muchos aspectos, pero tiene la suerte que la parte positiva tiene más peso en el resultado final.
Huyendo de Londres, una familia se traslada a una casa situada cerca de un bosque. En él habitan unas criaturas un poco traviesas que les hacen la vida imposible. Se trata simplemente de sobrevivir.

Uno de los bombazos de la noche nos espera. Estamos hablando de la película canadiense Turbo Kid, con una dirección tricéfala: François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell. Tremendamente divertida y que engancha a un enfervorizado público desde el minuto uno. Los guiños a los años noventa son constantes, empezando por una pegadiza música, que ganó el premio a la mejor banda sonora en el pasado Festival de Sitges, siguiendo por un vestuario fidedigno y acabando por unas situaciones que parecen sacadas de una vetusta serie de época. Una gozada.
Nos situamos en un futuro post-apocalíptico, el agua es un bien muy preciado y en todo el mundo solo hay una ley, la del más fuerte. The Kid es un joven que se ha criado solo en un mundo duro y cruel, gracias sobre todo a la ayuda de comic retro y otros objetos de tiempos pasados que se han convertido en su particular obsesión. Con ayuda de compañeros que irá encontrando a lo largo de su camino deberá luchar contra Zeus y su grupo de salvajes que se han autoproclamado los jefes de todo el territorio.

Llega la película sorpresa. Expectación y redoble de tambores para recibir a Pesadilla en Elm Street de West Craven. Madre de todos los slashers, cuenta en su haber con la presentación de un icono del mundo del terror, el angelito Freddy Krueger. Comentar que ha envejecido muy bien y que el público se lo ha pasado en grande. Y es que los clásicos tienen eso, que perduran en el tiempo.
Un grupo de jóvenes tienen la misma pesadilla: son perseguidos por un tipo deformado a causa de un incendio. Alguno de ellos es asesinado por esta criaturita mientras duerme. Se trata de un asesino de niños al cual unos padres un tanto enfadados quemaron vivo.

La terna que nos queda es de aúpa. Para empezar una que nos llena de júbilo por su calidad y diversión. Procedente de Nueva Zelanda nos llega Deathgasm de Jason Lei Howden. Ya sabemos que el mundo del heavy metal está lejanamente emparentado con el terror, unos grupos más que otros, y en este caso estoy hablando de la calidad musical. Destacar la interpretación del protagonista Milo Cawthorne.
Brodie se acaba de mudar a casa de sus tíos, un lugar en el que no conoce nada ni a nadie, hasta que se topa con Zakk, amante como él del Heavy Metal. Pronto formarán una banda y, como pasa siempre, invocarán por accidente al rey de los demonios que empezará a poseer a todo el pueblo.

Vamos con la siguiente que no es otra que la estadounidense We Are Still Here de Ted Geoghegan. En la sala ha habido división de opiniones, lo que da idea de que no está hecha para todos los públicos. Toca un tema muy manido, apariciones en una casa encantada. Tiene alguna que otra particularidad, pero cumple sobradamente con la premisa de entretener. Quizás la hora no era la más idónea por su lento arranque, aunque coge un ritmo más que correcto hacia la mitad. Paciencia.
El matrimonio Sachetti decide mudarse al campo para sobreponerse del fallecimiento de su único hijo en un accidente de coche. A los pocos días empezarán a sentir energías en la casa, y lo que en un principio parecía que era la presencia de su hijo parece que es algo mucho más antiguo y peligroso.

La traca final le toca a Bunny the Killer Thing del siempre sorprendente cine finlandés dirigida por Joonas Makkonen. Guión demencial con un acertado toque surrealista que lo hace tremendamente efectivo y que consigue que entre el público estallen las carcajadas. Que los efectos especiales y de maquillaje no sean del todo maravillosos no tiene la más mínima importancia. Lo principal es divertir y eso lo hace sobradamente.
Un grupo de amigos deciden subir hasta una remota cabaña en el bosque que les cede el tío de uno de ellos. Cerveza y juerga así es como se las promete el fin de semana, pero pronto se verá truncado por una especie de humano/conejo de dos metros sediento de sexo y sangre. Preparaos para una locura de sexo, sangre y momentos de lo más bizarro.

Cuando abandonamos la sala y vemos el sol radiante que nos deja medio cegatos, los abrimos aún más. Es tiempo de recapitulación y de espera hasta la próxima edición. 2016 ya está en el horizonte.