Plague Town review


Título original: Plague Town

Año: 2008

Duración: 88 min.

País: Estados Unidos

Director: David Gregory

Guión: David Gregory, John Cregan

Música: Mark Raskin

Fotografía: Brian Rigney Hubbard

Reparto: Josslyn DeCrosta, Erica Rhodes, David Lombard, Lindsay Goranson, James Warke, Catherine McMorrow, Elizabeth Bove, Michael Donaldson


No estás soñando, lo que ves es la realidad.

Tras un inicio un poco inseguro, se nos presenta este curioso y terrorífico film. Lo de curioso lo digo por los personajes. Son burdos estereotipos que intentan llevar una relación normal, cuando en realidad tendrían que estar todos encerrados bajo llave, no por criminales o algo así, si no por que parecen sacados de una mala película de los años 70. Es la típica familia donde el padre se junta con otra mujer y las hijas no tragan a la madrastra. Todo ello aderezado por el novio de una de ellas, que más parece un cura presbiteriano que el típico adolescente al cual le salen las hormonas por las orejas. Los intentos de entablar una relación sexual con su novia, son patéticos y, por qué no, cómicos. En cuanto al término terrorífico lo menciono porque en realidad pasas mucho miedo viéndola. Es un terror directo, sin artimañas, duro y real, que hará que se te pongan los pelos de punta y que casi no te des cuenta de su duración. Evidentemente y al ser una película de David Gregory, el gore está presente en toda ella, pero sin abusar excesivamente, está colocado de manera justa y correcta.

Vamos a hablar un poco de su director. Siempre se ha movido en el género del terror, y es autor de innumerables cortos, sobre todo documentales. Podemos considerar Plague Town como su primer largometraje. Recordar también su intervención en la festivalera y aplaudida The Theatre Bizarre, como autor del episodio Sweets, dulce episodio por cierto. No olvidamos, por cierto, su extensa y fructífera carrera como productor. Destacar el excelente y reconocido trabajo realizado en el documental Texas Chain Saw Massacre: The Shocking Truth.

Casi sin darnos cuenta ya hemos esbozado como es esta cinta. Habréis adivinado que tiene cosas buenas y otras no tanto. El ritmo es muy correcto, va in crescendo de una manera suave pero firme. En mi opinión la parte central es la más conseguida, puesto que el final, sin ser malo del todo, es un poco confuso. La presentación de los personajes está muy bien rodada y, aunque haya algunas escenas que parecen sacadas del túnel del tiempo, cumplen el cometido de enseñarnos el terror más duro a través de una historia también muy dura.

La familia americana Monohan, decide visitar a sus ancestros en Irlanda. Por casualidades de la vida se pierden en los prados irlandeses, y van a parar a un curioso pueblo donde sus habitantes están afectados por una extraña mutación. Es lo que estáis pensando, son muy feos y no quieren amigos de fuera. La historia es muy buena, y se le podría haber sacado mucho más jugo, pero pienso que si se hubiera profundizado más, nos hubiéramos metido en terrenos pantanosos. Es mejor dejarlo así.

El guión de este film se pierde como nuestros protagonistas, pero a golpe de sustos logra salir del atolladero en el que se mete. Es como si una alimaña que se ve perdida usa toda su fuerza para escapar de la trampa. Unas veces le puede salir bien, como esta, pero en otras puede que no encuentre la salida. Los actores no ayudan mucho en esto. Sus actuaciones son más bien normalitas y, naturalmente, solo se salvan los monstruos. Entre ellos destacar a Kate Aspinwall en el papel de Rosemary, terrorífica mezcla de bella y bestia, y de la cual no olvidaréis sus ojos, seguro. La fotografía es muy correcta, sobre todo en las escenas nocturnas, con halos de luz perfectamente colocados, que resaltan las escenas más escabrosas. Bueno y he dejado lo mejor para lo último. La música. La banda sonora, cuyo responsable es Mark Raskin, es fantástica. Solo con oírla ya sentiréis que se os eriza el vello. Mantiene la tensión durante toda la cinta y al escucharla os cogeréis a lo primero que tengáis a mano. Tened cuidado.

Es una película para pasar miedo. Ese es su simple, y a la vez complicado compromiso. Lo consigue de manera sobrada y en ciertos momentos de la misma, parece que el director nos esté guiñando el ojo diciéndonos: solo se trata de divertirse. Algunas veces no necesitamos nada más. Ni nada menos.

Firma: Josep M. Luzán.