Crónica Festival de Sitges 2018 día 1


Otro año más sacamos las narices por el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, Sitges Film Festival para los amigos, en su 51 edición. Los días previos a esta cita han sido tensos, no solo por la espera, ya casi no tenemos uñas, sino por las sesudas sesiones de preparación que merece un acontecimiento de estas características. Todo tiene que estar milimetrado sin movernos ni un ápice a lo planeado. Tampoco penséis que actuamos como Krafwerk, siempre buscamos algún momento, más o menos largo, para la relajación y el recreo.

Bienvenidos a las crónicas del festival más grande el mundo.


Son las ocho y cuarto de la mañana y el primer cigarrillo está en mis labios mientras hago cola para entrar a la primera sesión. Aprovecho entonces para repasar la programación del día y leer la enorme cantidad de mensajes que acumula mí, cada vez más, desvencijado móvil. Tampoco penséis que estoy haciendo algo extraordinario. Delante y detrás de mí gente que sigue el mismo ritual. Las voces son como un telón de fondo, las cuales ni escucho. La pareja que me precede es ligeramente diferente al resto. No puedo evitar prestar más atención de lo normal a lo que están diciendo.

  • Hoy es el gran día – el que habla es un hombre de unos treinta y cinco años.
  • Sí – dice escuetamente una mujer un poco más joven.
  • Tengo que decidirme. O me quedo como hasta ahora o me pego el piro.
  • Hoy es el gran día – dice la mujer como si estuviera hablando consigo misma.
  • Después llamaré a Roberto. No me tengo que preocupar, siempre hay una guerra dónde ir. Mi destino está allí, en medio de la selva, entre micos y papagayos, con mi fusil, mi fiel amigo.
  • Si – replico la mujer con cara de asco.
La cola se empieza a mover. Se me hace difícil seguir esa interesante conversación. Me quedo con sus caras. Quién sabe si nos volveremos a ver.


Para empezar nos encontramos con una producción proveniente de Reino Unido llamada Ghost Stories. En la dirección Jeremy Dyson y Andy Nyman que también se hacen cargo del guion. Quien crea en los fantasmas parece que está de enhorabuena, y decimos parece porque en esta cinta no se acaba de ver claro hacia que parte, entre la verdad o la mitología, se dirigen sus directores. En un principio, y haciendo honor a su título, todo indica que su fe ciega en esos entes nos llevará, a través de una oscura trama, a darnos de bruces con algo que la ciencia rechaza con claridad. Esta ambigüedad intuida la tenemos que valorar abiertamente. Para ello toman prestado otro concepto que ha llenado las pantallas con todo tipo de films. Nos estamos refiriendo a la locura. Al frente del reparto tenemos al codirector y coguionista Andy Nyman en un papel hecho a su medida. Seguimos con Martin Freeman, conocido por su papel de Bilbo Bolsón en la trilogía El Hobbit de Peter Jackson. Continuamos con Alex Lawther participante en uno de los capítulos de Black Mirror, concretamente Shut Up and Dance de James Watkins, director de Eden Lake. Para acabar destacar la participación de Paul Whitehouse, reputado guionista televisivo. Phillip Goodman es un escéptico profesor cuya manía consiste en desenmascarar historias de fantasmas. Se le ponen los ojos como platos al encontrar un archivo perdido con tres inexplicables casos.

Sin abandonar las películas de habla inglesa, nos encontramos a continuación con un film originario de Estados Unidos. Nos estamos refiriendo a Elizabeth Harvest de Sebastián Gutiérrez a cuyas espaldas también carga con el guion. Tendremos que empezar a acostumbrarnos a esa nueva manera de hacer cine en la que la forma importa, tanto o más, que el fondo. Ejemplos tenemos a raudales empezando por The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016), no solo por la participación de la siempre enigmática Abbey Lee, sino por la manera técnicamente perfecta de plasmar las imágenes en la pantalla. No nos olvidamos de la más reciente Holiday (Isabella Eklöf, 2018) que va por el mismo camino. El contenido parece que sea lo de menos, aunque en nuestra opinión, este tipo de films encierran historias más o menos escabrosas dependiendo del gusto de cada director, eso sí, presentadas en un envoltorio sumamente sugerente. En Elizabeth Harvest, Sebastián Gutiérrez tira de un adinerado mad doctor para explicarnos algo que solo con nombrarlo ya empieza a sonarnos atractivo. El film se apoya firmemente en las interpretaciones. Empezamos por Abbey Lee que ya dio muestras de su poder de encandilar a la cámara en la mencionada The Neon Demon, de hecho, sin ser la protagonista principal, acaba siendo uno de los iconos del largometraje. Seguimos con el secundario curtido en mil batallas Ciarán Hinds (La Mujer de Negro, El Topo). Completan el reparto, en unas buenas interpretaciones, Carla Gugino (El Juego de Gerald, San Andreas), Matthew Beard (The Imitation Game) y Dylan Baker (Truco o Trato: Terror en Halloween). Elizabeth llega después de su boda a la magnífica finca propiedad de su marido Henry, un notabilísimo y reputado científico. Éste le comenta que todo lo que puede ver y tocar le pertenece excepto lo que se encuentra detrás de una habitación cerrada. La soledad y el aburrimiento hacen el resto para que Elizabeth decida investigar por su cuenta.

De la lejana Australia nos llega Nekrotronic, dirigida por Kiah Roache-Turner, contando con la colaboración en el guion de su hermano Tristan. Nos encontramos con una ya no tan rocambolesca mezcla de terror, acción y comedia. En ella los demonios chupadores de sangre han invadido Internet en un film que empieza como Tron (Steven Lisberger, 1982) y acaba como Blade (Stephen Norrington, 1998). Esta caricatura fanboy australiana combina humor de alto voltaje lowbrow con un aluvión de efectos visuales para nuestro disfrute. En el apartado técnico, Nekrotronic es un avance respecto al anterior trabajo de los hermanos Roache-Turner, Wymwood. Los CGI tienen un pulido más profesional, el diseño de producción de luces de neón tiene un brillo retro agradable de los años 80, y hay numerosos homenajes a clásicos de terror como El Exorcista (The Exorcist. William Fiedkin, 1973) y  Alien, el Octavo Pasajero (Alien. Ridley Scott, 1979). En las interpretaciones tenemos a la italiana Monica Belucci (Matrix Reloaded, Matrix Revolutions), Ben O’Toole (El Maestro del Agua, Detroit), Epine Bob Savea, William Cheung (Pulse, Chosen), Carolina Ford (Asylum, Anti-Social) y Charmaine BingwaHowie y Rangi, unos humildes ingenieros de saneamiento, se convierten en soldados de infantería de la nueva guerra infinita. Sin saberlo, Howie tiene vínculos familiares con el inframundo demoníaco demostrando al poco sus habilidades como Jedi.

Viajamos al Viejo Continente para ver Suspiria del siciliano Luca Guadagnino. En el guion David Kajganich. Como ya habréis adivinado, nos encontramos con el remake de la película homónima dirigida allá por 1977 por el gran Darío Argento, aunque en boca de su director, Luca Guadagnino, la nueva Suspiria es un homenaje a la emoción poderosa que sintió cuando vio por primera vez el film original, cosa que le sucedió a mucha gente convirtiéndose en una obra de culto y referente del cine de terror de todos los tiempos, elevando el giallo a los altares cinematográficos. ¿La diferencia entre ellas?, pues no acabaríamos ni con unos cuantos folios más. Destacar que el baile tiene una parte muy importante de la cinta convirtiéndose casi en un protagonista más, es como si adquiriera vida propia estallando ante la pantalla con una danza moderna a la vez que sexual, pero no sexy. Contamos con un gran elenco. Para empezar la protagonista Dakota Johnson (Cincuenta Sombras de Grey, La Red Social). Seguimos con una gran Tilda Swinton (Only Lovers Left Alive, Okja). No nos olvidamos de toda una dama de la interpretación: Angela Winkler (El Tambor de Hojalata, El Video de Benny). Finalizamos con Mia Goth (Nymphomaniac. Volumen 2, The Survivalist) e Ingrid Caven. Una joven aspirante a bailarina estadounidense viaja a Alemania para perfeccionar el baile de ballet y, mientras asiste, los estudiantes comienzan a desaparecer y pronto descubre que la escuela tiene una oscura historia de brujería y muertes horribles.

Sin movernos de las antípodas, es hora de degustar Boar del australiano Chris Sun, autor también del guion. Ante nosotros otro film de bichos enormes. Esta vez le ha tocado a un jabalí. Además de ser de un tamaño descomunal tiene dos características digamos que un tanto especiales. La primera es que es feo de narices, acentuando esto lo poco limpito que va. La segunda, y bastante interesante, es que es zombi. Sí, habéis leído bien, los no muertos parece que han invadido el mundo de la zoología lo que, sin duda, hubiera dado para mucho si su director, Chris Sun, hubiera optado por la parte más cómica del asunto. De pelis de criaturas hemos visto de todos los colores aunque la que se lleva la palma en cuanto a fama es sin duda esa especie de dinosauro que llegó a la pantalla de los cines en los años cincuenta bajo el título Godzilla, Japón bajo el terror del monstruo (Godzilla. Ishirō Honda, 1954). Sin duda los efluvios de la Segunda Guerra Mundial todavía rondaban en el país asiático. Parece ser que el desarrollo estratosférico de esas bestias está ligado a la radiación. En Boar no se explica tanto, nos planta al súper cerdo salvaje y punto, sin ninguna otra explicación. Nathan Jones protagoniza a su manera este film. Dotado de un físico impresionante, aunque no le llega ni a la suela de los zapatos al jabalí, lo recordamos por su participación en Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road. George Miller, 2015). Seguimos con el norteamericano Bill Moseley que tiene el honor de haber participado en La casa de los 1000 cadáveres (House of 1000 Corpses. 2003) y Los renegados del diablo (The Devil’s Rejects. 2005), ambas de Rob Zombie. Del resto nombrar a Christie-Lee Britten y Simona Buchanan. En el interior del continente australiano habita una bestia cuya única motivación en la vida es zamparse a todo aquel que se le ponga por delante. Lo mejor que puedes hacer si te encuentras con él es salir por patas, aunque lo tienes crudo ya que tiene muy desarrollado el don de la ubicuidad.

Ha estado bien, pero esto no ha hecho nada más que empezar. Estad atentos a la pantalla.