Cinderella: Nang Pee review


Título original: Cinderella: Nang Pee

Año: 2011

Duración: 85 min.

País: Tailandia

Director: Sarawut Intaraprom

Reparto: Saranyu Prachakrit, Diratsami Phatnan, Niranaat Victoria Coates, Phongsopha Wasit, Sapphinyo Siwawat, Anchalee Saisoontorn


Nadie sabe lo que se esconde tras esa máscara.

Las apariencias engañan o, mejor dicho, nos dejamos engañar por ellas. La película que comentamos juega con ello. En su inicio transcurre por unos derroteros que nos hacen imaginar una historia indigerible, fatua, sin sentido y hecha para un público no muy exigente. Ante eso nos acomodamos y aflojamos, por así decirlo, nuestra atención. Estamos preparados para todo y con la mejor de nuestras intenciones, esperamos asistir a una obra claramente infumable. Pensamos: bueno, el cine asiático tiene una cosa buena, y es que, hasta en el más truculento de sus filmes, provoca al menos una sonrisa. Respiramos aliviados cuando comprobamos que ha sido una trampa. ¿Empieza entonces lo bueno? En parte sí, pero por desgracia la trama real de la cinta no se aparta excesivamente de la primera impresión.

Empecemos por el título, Cinderella, nombre inglés de nuestra Cenicienta, y que en este caso creemos que se refiere a la versión china, que se llama Yeh Shen (Pies de Loto). Decimos esto porque no encontramos ninguna otra similitud, salvo que la Cenicienta asiática se disfraza con el traje de su hermanastra para lograr engañar y lograr sus objetivos, y en esta película se usa algún que otro traje un poco especial. Por otra parte, e intentando aclarar el tema del nombre del film, las actrices que la protagonizan son bellas como la Cenicienta, pero aquí no existen ni la madrastra ni las hermanastras. Pensemos que los responsables intentan también jugar al juego del despiste con el nombre. ¿Será la broma de “Cinderella”?.

Un joven actor llamado Rashane (Saranyu Prachakrit) muere en un desgraciado accidente durante el rodaje de una película. La madre no se cree que la muerte de su hijo haya sido accidental, empleando seguidamente la magia negra para que el cadáver de su hijo lleve a cabo la venganza con todo el equipo de filmación. El show tiene que continuar, y la película se reanuda con un nuevo actor principal, Warut (Wasit Phongsopha). Lo que pasa después deja ya de ser cómico, aunque de vez en cuando nos deje alguna pincelada que nos hará reír, como la aparición sorprendente y desternillante de algún personaje mundialmente conocido que no pinta nada en la trama.

Sarawut Intaraprom nos intenta explicar aquí, una historia un poco previsible y carente de cualquier tipo de innovación, no arriesgando en su realización, lo más mínimo. El guión es totalmente previsible, aunque bien intencionado y coherente. Como hemos comentado antes tiene algún buen detalle que proporciona una cierta seriedad argumental. Como punto negro comentar, que al final de la cinta nos vuelven a explicar innecesariamente toda la trama, no hacía falta, la cosa ya estaba bastante clara. Como cosa positiva tenemos la moderación en cuanto a su duración, los 85 minutos contribuyen a redondear el film. En cuanto a las interpretaciones son un poco irregulares no resaltando, bajo mi punto de vista, ninguna en especial. Destacamos que al ser una obra coral, está muy lograda la dirección de todo el elenco de actores y actrices. El punto fuerte de la cinta son sin duda los efectos especiales, realmente magníficos. Con sobriedad logran que la sensación de repulsión en algunas escenas sea la adecuada. Están hechos con inteligencia, y tienen el punto justo de sordidez.

Es una película que os divertirá cuando la veáis, tiene puntos a favor que la hacen ideal para pasar un buen rato, y si sois muy aficionados al cine oriental, le encontrareis muchas más motivaciones para su visionado. ¿Quiere esto decir que es un film realizado solo para ellos, sin casi concesiones para los occidentales?, puede que sea así, pero es hora que empezar a valorar como se merece el cine de ese continente. Verlo tal cual, hecho por ellos y para ellos, no hay que olvidar que el cine es un arte universal.

Firma: Josep M. Luzán.